LA CONQUISTA DE SÍ MISMO

La obtención de la sabiduría radica en la humildad y la auto-observación, la auto-contemplación de la presencia divina dentro de nosotros  que se encuentra  presa dentro del yo (ego).

Somos prisioneros de nosotros mismos, no sabemos quiénes somos ni a qué vinimos, desconocemos por completo la virtud dentro de nuestro ser.

Descargamos todas las culpas de nuestra vida sobre los hombros de otros, responsabilizamos a los otros de nuestra propia infelicidad. Juzgamos las vidas  de los otros hasta que decidimos vivir lo que hemos juzgado

El día que te conozcas a ti mismo descubrirás que has sido el creador de tu propio destino. Cuando tengas la humildad de mirarte a ti mismo, de sentirte y de preguntarte por qué y tener la respuesta, habrás eliminado la cadenas que aprisionan la verdad, que es el ave que se eleva en un cielo llamado felicidad, virtud, unidad y paz. Aprenderás a amarte a ti mismo a través de todas tus vidas, a amar lo que eres en realidad y a vivir complacido contigo mismo. Estarás en paz con el Dios desconocido hallado dentro de ti mismo.

Este auto descubrimiento llegará a ti el día en que el   pasado deje de atormentarte, te perdones y dejes de juzgarte. Todo lo que has sido, lo has sido con el fin de obtener entendimiento, amor. Cuando el hombre creó el bien y el mal, la verdad sentenciosa,  creó también el temor y la culpa,  y con ellos, la incapacidad de progresar en la vida  espiritual. Entonces el hombre se volvió “inhibido” y se ahogó en su propia desdicha, se perdió en su propio menosprecio y fue rechazado por su propio yo. Todo lo que has hecho en tus vidas está bien. Dios, el padre, que es la resonancia de esta maravillosa estructura molecular, no te ha juzgado, no conoce el juicio, pues no conoce la perfección, que es una limitación total (al haber perfección, tiene que haber necesariamente imperfección…). ÉL simplemente ES. Es el estado de ser que ama, que es todo por sí mismo. Y ese ser es el poder que abraca a todos vosotros que estáis aquí, a todas las gentes en todas partes.

Dios nunca te juzgó, nunca clamó para que fueras un santo o un demonio. Eso l0o hiciste tú mismo, de nuevo por no saber quién eras. Si el padre, en todo lo que él es, ha encontrado mucha bondad en tu maravillosos ser, y has obtenido y todavía tienes vida en este momento que sigue, para vivir, para que rebose el YO DIVINO. Te aseguro, amado hermano, cuando se te diga que eres dios, vívelo para que puedas perdonar, y ver y comprender por qué  has sido como has sido en verdad.

El Dios desconocido es todas las cosas: el crepúsculo, el pájaro nocturno y su susurro en el arbusto, el ave salvaje en su vuelo matinal de temporada, la risa de los niños y la magia de los amantes, el color rubí del vino y la dulzura de la miel; es todas las cosas, es tú.

(Modificado de “Guía del Iniciado” de Ramtha)